Sexo mata perfil

Hacía siete meses que había salido de una cárcel americana. Pero a pesar de encontrarse libre continuaba bajo la lupa del FBI. Por eso se cambió el nombre y se hizo llamar Salvatore Lucania.
Muy cerca de la pista , un amigo de toda su vida llamado Meyer Lansky, lo esperaba en un lujoso automóvil para trasladarlo hasta el Gran Hotel en el centro de la ciudad de Camagüey. Tanto Luciano como Meyer habían crecido en la zona caliente de Manhattan y se trataban como hermanos.
La separación vino cuando Lucky fue a parar a prisión con una condena de treinta años aunque luego el Departamento de Justicia le conmutó la pena por sus servicios prestados a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
“Cuando llegué a la habitación el botones corrió las cortinas de los ventanales y me asomé al exterior. Pude ver casi toda la ciudad y me parece que lo que me emocionó fueron las palmeras, pues de pronto me di cuenta por primera vez en más de diez años que no iba esposado y de que nadie me estaba pisando los talones, sensación que solía tener cuando viajaba por Italia”
Posteriormente Meyer viaja a Estados Unidos para avisarle a las organizaciones que Lucky ya estaba en Cuba y citó a cada jefe para un gran encuentro en La Habana.
En la capital cubana Lucky sintió tocar el cielo con las manos por lo placentera que le resultaba la vida. Realizaba excursiones con sus nuevas amistades, frecuentaba la piscina de El Nacional y apostaba en el Hipódromo Oriental Park del barrio de Marianao.
Su proyecto tenía como meta crear una organización multinacional donde la mafia debía dejar de ser un grupo de pandillas callejeras para convertirse en una gran empresa.
Vito Genovese fue el primero en llegar a La Habana para la magna reunión. Existe una frase que utiliza Robert De Niro en Los Intocables que según dicen era de Vito:
“Cuando era pequeño mi padre me dijo que se puede llegar alto con una palabra amable, pero yo aprendí que se puede llegar más alto con una palabra amable y una pistola”
Del 22 al 26 de diciembre los dos últimos pisos del Hotel Nacional permanecieron cerrados al público. Llegaron jefes de New York, Chicago, New Jersey, Luciana y Florida.
En la planta baja del hotel, justo en el salón especial para banquetes, se preparó un exquisito menú de bienvenida que consistía en platos típicos cubanos y la cocina americana. Además, pusieron a disposición de los invitados una flota de 50 automóviles con chofer, seleccionaron bailarinas y coristas de importantes clubes nocturnos y disfrutaron lo mejor de La Habana.
El gran acuerdo principal de la reunión era convertir al Caribe en el centro de juegos más grande del mundo. Para ello empezarían comprando terrenos en Islas de Pinos para montar una especie de Montecarlo. La reunión se desarrolló con plena normalidad. Luego, iniciaron los quehaceres.
Sin embargo, cuando comenzaron las presiones de E. U. contra el gobierno cubano Lucky Luciano fue expulsado de Cuba y los planes se vinieron abajo.
La tarde del sábado 23 de febrero, estando Lucky en un restaurante del barrio El Vedado, llegaron seis agentes de la policía cubana y lo detuvieron. Le dieron varios días para que resolviera sus asuntos y el día 29 de marzo en horas de la mañana, fue embarcado en un viejo carguero turco llamado El Bakir y devuelto a Italia.
Cuando Luciano llegó a Génova desde Cuba el 11 de abril de 1947, la policía italiana lo arrestó y lo envió a la cárcel en Palermo. El 11 de mayo, una comisión regional en Palermo, lo sacó de la cárcel con la advertencia de que se mantuviera alejado del bajo mundo.
En 1952, el gobierno italiano revocó su pasaporte italiano después de quejas de los oficiales de policía canadiense y estadounidense.
Luciano se radicó en Nápoles, donde era una celebridad especialmente con los turistas y los marineros norteamericanos. Allí pensó escribir sus memorias e incluso que se hiciera una película sobre su vida.
El 26 de enero de 1962, Luciano murió de un ataque al corazón en el aeropuerto internacional de Nápoles. Tres días después, muchas personas acudieron a su funeral en Nápoles. El cuerpo de fue paseado por las calles de Nápoles en un coche fúnebre negro tirado por caballos.
Posteriormente los parientes de Luciano llevaron su cuerpo de vuelta a Nueva York. Sus restos fueron enterrados en la cripta familiar en el St. John's Cemetery en Middle Village (Queens).